Los ojos de un niño
Tengo entendido que nuestros ojos son prácticamente del mismo tamaño que cuando nacemos. Y si crecen… crecen poco.
Por eso los ojos de los niños nos parecen tan grandes.
No sé si será cierto a nivel biológico, pero sí lo es, con demasiada frecuencia, a nivel espiritual.
Los niños siempre lo miran todo, se asombran, admiran. Cuando crecemos, nos acostumbramos a todo. Dejamos de mirarlo todo, de asombrarnos, de admirar lo que nos rodea. Y es que el mundo nos acostumbra muy rápido.
Para los niños, todo es novedad. Ver un perro, ver un árbol, ver una nube.
Nosotros estamos “hartos” de los perros y sus “regalos”, de los árboles de siempre, y no paramos de quejarnos si esa nube nos tapa el sol… que es para lo único que, la mayoria de veces, levantamos la cabeza y miramos al cielo.
Esa inocencia, esa curiosidad sana (y no morbosa que “tanto nos gusta”), esa ilusión… es la que quiero poner en mi vida. Quiero ser como un niño, sorprendiendome de “lo habitual”. Quiero mirar más perros, más árboles, más nubes… sencillamente para admirarlos. No para quejarme. No para quedarme igual. Sino para disfrutar.
Quiero caminar más despacio, para poder mirar a mi alrededor y admirar el paisaje.
Quiero, en definitiva, ver con los ojos de un niño.
Mois